domingo, 4 de julio de 2010

¡Corre, pastora, que viene!



Y cuando el sol parecía contento, la noche lo ahogó
ninguna de las otras estrellas soltó una lagrima,
pero un llanto de voz párvula se escapó de mi cama
por ver que no escucharemos alboradas de mismos gallos.

Y en la oscuridad me inundo en los ladridos de perros
que me hacen dejar de pensar en estar a tu vera
como una primavera leja de colores, y quien será
el que sepa, que aún estas conmigo reptando en cerros.

Tiemblan las nubes porque aún estás aquí
tiemblan los mares porque aún estás aquí
tiembla mi cuerpo de miedo al tejer
los pensamientos que tendré cuando tú ya no estés.

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