martes, 23 de noviembre de 2010

Viajé dentro (ya no quiero estar)


Al cabo, conseguí llegar acabado
y la estremecí, la mano al manar
del carmesí riachuelo que al colar
colorado por el verdugo concienciado
que es mi conciencia clorada.

Pronto pero tarde canas desprendí
agarrándome de los extremos
del alma curvada, tirándome al averno
colgado en cordadas hileras que después entendí
por sonidos torcidos del vanidoso violín.

En el sino del diablo me dejé acunar:
-menester que estés a gusto, dijo justo
después de croar, y saltar hacia un arbusto.
Tejiendo un fular de claros en el verdoso busto
vi a una niña que dejaba un resonar
con una cicatriz prendida en la mejilla al posar,
intentando sonreír mientras creía atetar
del bastardo cornudo que debería despreciar.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Ataúd ceñido



Cuando a sollozos crea y decida que he muerto,
habrá una luna intachable en el turqués celeste
esos revoloteadores cenicientos caerán cubiertos
por una lluvia de cuentos en arrabal desierto.
Taciturno, el desamparo, sembrará legañas de hielo
que solo corazones rotos sonríen y con marionetas,
esparcirán humillo a muchedumbres totalmente ajenas,
arrojando mis palabras a un oscuro agujero,
donde solo consejos guiados por celos
apreciaran personas realmente queridas,
que buen intento al final conseguiría,
pero el mal ahínco, por mí solo bebía.
Cuando a sollozos crea y consiga mi muerte
ningún pecado me eclipsaría
dejándome sin camisa
y sin ningún rastro de gente,
como a mí me gustaría.