martes, 14 de junio de 2011

El cuento de una mente inherente.


No píes en mis noches, no píes
que aunque este derrotado en esta fuente cristalina,
en tu madrugar ni bostezo.

Mis ojos decidieron velar aquel ciempiés
se encaramó al tallo y subió a lo más alto de la sabina
al carecer, buscaba al menos, comida de atrezo.
Cuando lindaba el firmamento, se topó con un escarabajo:

-tengo algo que le puede interesar -Dijo el de los pies enigmáticos.
-no te conozco, aún así, ¿qué me podría interesar? -Contestó tembloroso.

El ciempiés le señaló al cielo, desde allí parecía un estropajo,
nubarrones dibujaban una estampa fruto de mente lunática.
Agarró al de en frente y le miró sentenciándolo a un foso:

-Necesitas refugio, consigue hojas y fabricaré un tejado.
-De acuerdo, vigila a mis crías. No pensaba un final tan pragmático.

Jocoso entró en el refugio dispuesto a darse un festín
las larvas servirían su abril.

No píes en mis noches, no píes
una gota me cala un pedazo de piel cual estigma,
en tu atardecer ni me acerco.

Pía en mis días arpía
la tormenta se llevó el sabinar y la aurora,
no importa si gimo muy terco.