martes, 22 de diciembre de 2009

Insomnio

Todavía clareaba cuando sucumbió. Yacía en el suelo, inmediato a su cama y con los ojos fijos en la guitarra que tanto había despreciado y sin embargo le era tan indispensable. Lo más desconcertante de aquella escena era su expresión; su cara emitía un fulgor de serenidad como nunca lo había hecho hasta entonces, y lo hacía de tal manera que la mera contemplación de su rostro producía una sensación de placidez sólo comparable a la obtenida tras una ducha después de una sesión intensiva de ejercicio físico, o lo haría si no fuera por la situación que lo provocaba.
El resto de la habitación se conservaba igual que antes de la desgracia, únicamente su lecho no era el habitual. La primera luz del día se colaba en el cuarto como buscándole y la radio continuaba encendida, siempre lo estaba; decía que le ayudaba a dormir. Esa noche no.
Esa noche fue larga, no más que las anteriores, pero tres noches de vigilia eran demasiadas y estaba excesivamente cansado para aguantar una cuarta. A medida que pasaban las horas se iba poniendo más nervioso y se iba desesperando más y más. Sobre las cuatro de la mañana ya se hallaba sentado en el suelo, llorando, y una hora más tarde tomó la decisión. El corazón le latia tan fuerte que temblaba al ritmo de sus propias pulsaciones, tenía una fuerte sensación de asfixia y sollozaba. El llanto se había marchado, pero el testimonio de que había estado allí hace apenas unos minutos aún continuaba en sus ojos. No se dignó a despedirse, ni siquiera aceptó escuchar esa última canción que le hubiera liberado de esa angustia que llevaba cosida a las costillas desde hace seis meses, no accedió a salvarse.
Entonces el órgano antes apresurado se contuvo en un instante, sus pulmones se vaciaron una última vez y el lamento se transformó en calma, y en ese preciso instante, justo antes de entregarse, estaba satisfecho. Y tras ese relámpago se extinguió.
Ni un soplo de viento como dedicatoria, el locutor seguía radiando, y como único homenaje la bombilla que le había acompañado aquellas fatigosas e interminables veladas se fundió. No había acabado de despertar el día y ya faltaba un alma.

4 comentarios:

painwalker dijo...

Me he sentido identificado con el protagonista, con esas largas noches, esa luz inapagable hasta que llega ese dia tan violento, es puro arte como lo plasmas en palabras, es bastante bueno a la par que duro por ese final que a sido el mas hermoso nunca narrado y a la vez el mas triste, esa radio... cuantas noches no nos habra acompañado una buena melodia de blues...

LarrySa dijo...

Estructura cuidada, léxico preciso, sentimientos paralelos.

Buena actualización Felipe.

Anatema dijo...

Sublime. Simplemente sublime.

BP Exp. dijo...

Me alegro de que haya gustado, la verdad es que no estaba muy seguro de como iba a pareceros. Seguir´´e escribiendo entonces